Comentario
Los estudios antropológicos en los cementerios han permitido un mayor acercamiento a la demografía de la época. Podemos afirmar que la mortalidad infantil era muy elevada, estableciéndose la tasa en 45 por mil. La esperanza de vida rondaría los 30 años, situándose la longevidad media entre 30 y 40 años para las mujeres y 45 años para los hombres. Alcanzar esas edades era complicado pero cuando se llegaba las posibilidades de alcanzar la ancianidad eran dobles, como han podido constatar los estudios realizados entre los eremitas, manifestando que las mujeres fallecían a los 67 años y los hombres a los 76, invirtiendo la tendencia actual.
Los estudios alrededor de la mortalidad arrojan estos curiosos datos; fallecían un 448 por mil de los recién nacidos pero la tasa baja a 150 para los adultos de 20 años; los de 30 años presentan una tasa de 229 por mil; los de 40, 297 por mil; a los 50, 423 por mil; a los 60, 533 por mil; y a los 70, 1000 por mil.
La mayoría de los fallecimientos femeninos se producen entre los 18 y 29 años debido a fiebres puerperales o a partos difíciles. La natalidad también era muy alta, estimándose en un 50 por mil pero las familias sólo tenían -por término medio- un par de hijos que alcanzaran el matrimonio. La estatura media se acercaría a 1´67 metros para los hombres y 1´55 para las mujeres, estaturas bajas posiblemente debido a la malnutrición.
A pesar de estos datos negativos se ha podido constatar en algunas aldeas como la población se ha duplicado e incluso quintuplicado, haciendo referencia los especialistas a la endogamia que multiplicaba las tasas elevadas de consanguineidad,, motivando el aumento de enfermedades degenerativas que acercaban a la muerte. Sin embargo, podemos afirmar que el 60 % de la sociedad altomedieval no supera los 25 años, considerándose una población joven y dinámica, que aumenta a pesar de la elevada mortalidad infantil.
A lo largo de los siglos V y VI las epidemias asolaron Europa en varias ocasiones, siendo la peste inguinaria la más mortal, mostrando los característicos bubones bajo las axilas que significaban la inmediata muerte. Las enfermedades más corrientes eran la parálisis, la debilidad -producto de la desequilibrada dieta alimenticia-, la ceguera, la sordera y enfermedades mentales. La avitaminosis provocaría raquitismo en los infantes, polineuritis y glaucomas. La poliomielitis estaría también a la orden del día debido a la desastrosa situación de los acueductos y la necesidad de consumir agua estancada. Entre las enfermedades mentales encontramos numerosas depresiones, neurosis que explicarían parálisis o fenómenos como las manos engarfiadas provocando que las uñas atravesaran las palmas, manías agudas acompañadas de epilepsias o estados maniacos asociados o provocados por el alcoholismo. La mayoría de estos enfermos mentales estarían catalogados fácilmente como poseídos por el demonio, lo que hacía necesario frecuentes exorcizaciones. Estos datos han podido ser constatados gracias a los registros de los lugares de peregrinación ya que los monjes registraban los casos médicos que llegaban para intentar establecer diagnósticos siguiendo las enseñanzas de Hipócrates.